Por qué las marcas deberían pagarles una indemnización a lxs trabajadorxs textiles en empleo informal de sus cadenas de suministro

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Garment Worker Tools India
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Nandita Shivakumar, Marlese von Broembsen, Aabid Firdausi

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Se ha escrito mucho sobre las marcas y los minoristas que han “abandonado” a lxs trabajadorxs de sus cadenas de suministro, y las organizaciones de la sociedad civil están negociando con las marcas, humillándolas y observando cómo están respondiendo a la crisis de COVID-19 y a las obligaciones contractuales con sus proveedores. Sin embargo, se les ha prestado relativamente poca atención a lxs trabajadorxs textiles en empleo informal. Un porcentaje significativo de esta fuerza laboral en empleo informal organiza su trabajo mediante arreglos contractuales complejos para evitar así los costos asociados con los contratos laborales. Tanto la Alianza por un Salario Mínimo en Asia (Asia Floor Wage Alliance - AFWA) como WIEGO (Women in Informal Employment: Globalizing and Organizing) les piden a las marcas y a los minoristas que paguen por única vez un subsidio de ayuda por COVID a lxs trabajadorxs en empleo informal de sus cadenas de suministro.

Radhika, una costurera de 28 años que trabajaba en un pequeño taller de producción textil en Bangalore, India, estaba embarazada de tres meses cuando perdió su trabajo debido al aislamiento obligatorio que comenzó en marzo de 2020 en India. Los talleres pequeños, como aquel en donde trabajaba Radhika, dependen de subcontrataciones de pedidos provenientes de grandes fábricas de exportación que producen para marcas mundiales de moda. Dado que las marcas cancelaron o retrasaron sus pedidos, estos talleres no pudieron reanudar sus operaciones, ni siquiera cuando comenzó a eliminarse gradualmente el periodo de aislamiento. En Julio, cuando se reanudó la producción en su taller, a Radhika no volvieron a contratarla, y dado que era una trabajadora en empleo informal, no tuvo derecho a recibir ningún subsidio por maternidad. A pesar de haber trabajado durante años en la industria, tiene pocos ahorros personales y no tiene acceso a la protección social. 

Las empresas proveedoras, bajo la presión de cumplir con los pedidos a bajo costo, recurren a diversas prácticas que aumentan la informalidad de la fuerza de trabajo textil. Esta presión que ejercen las marcas y los minoristas sobre sus proveedores se denomina “la triple presión”: fabricar bienes por el menor precio posible, lo más rápido posible y con contratos a corto plazo. Los proveedores trasladan a su fuerza laboral tanto los costos salariales como los no salariales y el riesgo de fluctuación de la demanda. Emplean a sus trabajadorxs con contratos de duración determinada (por ejemplo, por una semana o una temporada), como trabajadorxs ocasionales a destajo o como trabajadorxs en domicilio. Lxs trabajadorxs contratadxs a corto plazo y lxs trabajadorxs en domicilio subcontratadxs son reclutadxs directamente por la fábrica proveedora o mediante contratistas o agencias. 

En India, por ejemplo, hay 6,6 millones de trabajadorxs en empleo formal y 16,3 millones de trabajadorxs en empleo informal dentro de la industria textil. El trabajo informal prevalece en las fábricas, en talleres ubicados fuera de las fábricas y en el hogar. La pandemia ha exacerbado el nivel de empleo informal de la fuerza laboral de la industria textil. Satheesh, ex trabajadora textil en Tiruppur, en el sur de India, explica que las fábricas textiles despidieron a trabajadorxs permanentes al comienzo de la pandemia y luego les pidieron que se reincorporaran como trabajadorxs en empleo informal sin beneficios.

La mayoría de lxs trabajadorxs textiles en empleo informal pertenecen a comunidades socialmente marginadas. Tomemos el ejemplo de Pallavi, una trabajadora en domicilio de Tirrupur, Tamil Nadu. Hasta enero, todos los días recibía una gran cantidad de prendas de una fábrica para bordar, recortar o agregarles cordones. Todxs sus vecinxs recibían su trabajo diario de la misma manera. Pero las cosas cambiaron rápidamente ante la propagación de la COVID-19. Ni a Pallavi ni a sus vecinxs se les ha pagado por los artículos que confeccionaron en enero, y no han recibido más trabajo desde marzo, incluso después de que las fábricas reanudaran sus actividades. Dado que lxs trabajadorxs en domicilio no están reconocidxs como empleadxs de acuerdo con las leyes laborales de India, no calificaban para recibir el beneficio de seguridad social para empleadxs. Si no hubiese sido por el sindicato al que pertenecen, estas mujeres y sus familias habrían muerto de hambre. El sindicato apoyó a sus miembros brindándoles legumbres y arroz, facilitando el proceso de inscripción para las tarjetas de racionamiento y fomentando a que el gobierno incluyera a lxs trabajadorxs en domicilio en sus paquetes de ayuda.

Debido a la falta de transparencia en las cadenas de suministro globales de la industria textil, los acuerdos de empleo informal como los de Pallavi y sus vecinxs se mantienen ocultos del ámbito regulatorio, y las marcas hacen la vista gorda. Por lo tanto, es esencial que los paquetes y campañas de ayuda de COVID-19 tomen en cuenta la complejidad de las relaciones laborales en las cadenas de suministro de la industria textil. La mejor forma de hacerlo es incluir a todxs lxs trabajadorxs textiles (que trabajen tanto dentro como fuera de las fábricas), sus sindicatos, organizaciones de trabajadorxs en domicilio y organizaciones aliadas en el proceso de planificación y toma de decisiones. Al fin y al cabo, lxs trabajadorxs tienen el mayor incentivo de aumentar la transparencia de sus condiciones laborales y relaciones de empleo. En julio de 2020, la Alianza por un Salario Mínimo en Asia (Asia Floor Wage Alliance - AFWA), WIEGO (Women in Informal Employment: Globalizing and Organizing, HomeNet del Sur de Asia y HomeNet del Sureste de Asia pidieron que las marcas pagaran por única vez una Contribución de Ayuda a la Cadena de Suministro (SRC, por sus siglas en inglés) para todxs lxs trabajadorxs de su cadena de suministro, independientemente de su condición de empleo, durante la crisis humanitaria sin precedentes provocada por la COVID-19.

Para determinar la SRC, las marcas deberían calcular el gasto total de compras a cada proveedor en los 12 meses previos a enero de 2020 y pagar un 2% de ese total a lxs trabajadorxs de cada proveedor. Este 2%, que para cualquier marca es una suma insignificante, debería cubrir el 60% de los salarios perdidos por lxs trabajadorxs en las fábricas y por lxs trabajadorxs en empleo informal que trabajan desde los talleres y desde sus hogares.

Para lxs trabajadorxs empleadxs en fábricas, la marca puede pagarle la Contribución SRC al proveedor. Luego, el proveedor debe transferir directamente este monto a cada trabajador o trabajadora, lo cual será monitoreado por un mecanismo de aplicación conjunta, desarrollado por AFWA y por sus organizaciones asociadas. Dado que los proveedores trabajan para múltiples marcas, al pagarle al proveedor la Contribución SRC mediante un acuerdo vinculante, las marcas mitigarían el impacto de la pérdida salarial al que se enfrentan lxs trabajadorxs textiles durante la pandemia. La SRC es una contribución de ayuda, que de ninguna manera reemplaza los compromisos u obligaciones contractuales existentes de las marcas de pagar indemnizaciones por despido si los proveedores hacen una reducción de personal o si cierran sus fábricas.

Lo que hace que la campaña de la SRC sea única es que es un proceso de abajo hacia arriba, concebido e impulsado por las necesidades materiales de lxs trabajadorxs, sindicatos y organizaciones aliadas. La SRC fue desarrollada y conceptualizada orgánicamente por el movimiento de trabajadorxs textiles de Asia, lo que hace que la campaña tenga un enfoque inclusivo, un proceso democrático y una demanda realista. Las marcas y los minoristas deben pagar la Contribución SRC a todxs lxs trabajadorxs que han fabricado sus productos con una práctica comercial responsable durante la pandemia. Solo podremos asegurar una recuperación equitativa después de la pandemia si logramos una intervención concertada para abordar las necesidades de la gran mayoría de lxs trabajadorxs textiles como Radhika y Pallavi.

*Se han cambiado todos los nombres de lxs trabajadorxs para proteger su identidad.

 

Nandita Shivakumar es la Coordinadora de Asia Floor Wage Alliance (AFWA) para India.

Aabid Firdausi es estudiante de investigación en el Instituto Tata de Ciencias Sociales, en Mumbai, India.

 

Foto: Herramientas de trabajadorxs de la industria textil en India. Créditos: WIEGO

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