La idea de que la educación es inherentemente política fue formulada de manera contundente por el filósofo y pedagogo brasileño Paulo Freire; para él, incluso una apariencia de neutralidad –si acaso es posible– termina por consolidar estructuras opresivas porque no las cuestiona.
En el caso de lxs trabajadorxs en empleo informal, cuyas condiciones de vida y trabajo lxs sitúan en la línea de combate contra la injusticia socioeconómica y ambiental, ¿qué implica esa idea? Pues que la educación adquiere un carácter decididamente político, ya que no solo sirve para desvelar las causas estructurales de las desigualdades sistémicas, sino para que lxs trabajadorxs construyan capacidad de acción y desafíen la opresión.
El programa fundacional de la Escuela de WIEGO se diseñó con esa lógica. Su propósito fue dotar a lxs trabajadorxs en empleo informal de una mayor conciencia crítica que les permitiese identificar las raíces de la informalidad, fortalecer su capacidad de acción colectiva mediante procesos organizativos más sólidos y ofrecerles un apoyo concreto dado que necesitan aliadxs firmes en su lucha por derechos, dignidad y respeto.
Entender las estructuras invisibles de poder es clave para cimentar la conciencia crítica de lxs trabajadorxs
Quienes participan en la Escuela de WIEGO son, en su mayoría, trabajadoras del hogar, trabajadorxs en domicilio, vendedorxs ambulantes o comerciantes de mercado y recicladorxs; sectores donde el trabajo suele ser infravalorado y lxs trabajadorxs enfrentan múltiples formas de explotación y discriminación. El mito más extendido sostiene que la economía informal carece de regulación, pero, en realidad, sus trabajadorxs están sometidxs a un marco de normas y prácticas gubernamentales que suelen operar con un carácter punitivo.
En el contexto actual, donde el autoritarismo no deja de ganar fuerza, lxs trabajadorxs en empleo informal, cuyos medios de subsistencia son a menudo criminalizados, tienen frente a sí a formuladorxs de políticas públicas más hostiles, acompañadxs de una aplicación más severa de medidas y prácticas represivas. Ante ello, la educación de lxs trabajadorxs les brinda herramientas analíticas que les permiten identificar las causas sistémicas de esa hostilidad.
Además, mientras que en fábricas u oficinas la huelga puede constituir un instrumento de presión para negociar, lxs trabajadorxs en empleo informal –sobre todo lxs independientes– no pueden rehusarse a trabajar de la misma forma. Una mayor conciencia acerca de las causas de la informalidad, sin embargo, les permite encauzar sus estrategias de negociación con autoridades locales, empleadorxs y otros actores con el fin de mejorar sus condiciones laborales.
En esa línea, el programa fundacional de la Escuela de WIEGO se centra en analizar tanto las principales causas de las múltiples crisis actuales, incluida la del costo de vida, como la manera en que podemos traducir una conciencia crítica sobre la desigualdad socioeconómica en organización y acción colectiva.
“Aprendí las diferencias en los términos que usamos, por ejemplo, cuando hablamos de trabajo decente. El trabajo nuestro es decente, pero las condiciones no”, relató unx trabajadorx durante una formación de formadorxs en Buenos Aires, en mayo de 2025.
Lxs participantes reflexionaron también sobre la incapacidad de la economía formal de generar empleos suficientes, lo que lxs ha obligado a ingeniar actividades de subsistencia por su cuenta.
El desarrollo de la conciencia crítica también lleva a lxs trabajadorxs a reflexionar en sus propias organizaciones –tanto las de base de miembros como otras– sobre quién detenta el poder y de qué manera. Lxs trabajadorxs que se han afiliado recientemente a las redes sectoriales mundiales reconocen la necesidad de que la voz que proyectan a nivel internacional también se refleje en la fuerza de sus organizaciones locales.
La resistencia requiere organización sólida y una membresía activa e informada
El avance del autoritarismo amenaza cada vez más los espacios cívicos donde lxs trabajadorxs se organizan. Pero cuando hay organizaciones sólidas en el terreno, estas pueden evitar la desmovilización adaptando sus estrategias.
En América Latina existen varios ejemplos. En Argentina, como respuesta al endurecimiento de la represión, lxs educadorxs de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) van directamente a las comunidades. Allí, escuchan las experiencias de represión de la membresía y buscan en conjunto formas de replicar a ello. Para que lxs vendedorxs ambulantes puedan continuar con su trabajo sin dejar de prepararse para la resistencia, la UTEP organiza sesiones de movilización en los propios espacios públicos donde trabajan. En septiembre de 2025, tras una semana de protestas que incluyó una marcha de 8 000 personas, un tribunal ordenó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires restablecer de forma inmediata el servicio de transporte para recicladorxs que había sido suspendido.
En Colombia, lxs recicladorxs agrupadxs en la cooperativa Planeta Verde ponen en el centro de su educación de trabajadorxs las victorias que han logrado tras años de lucha.
En otros sectores, los desafíos son diferentes. Para las trabajadoras del hogar, por ejemplo, la capacidad de acción empieza con tener los datos de contacto de sus empleadorxs. Esa información les permite, en casos de abuso, presentar denuncias ante su sindicato.
La resistencia solo funciona con organizaciones sólidas que cuenten con una membresía activaa y comprometida: no basta con una dirigencia informada. De ahí que el curso Educación de lxs Trabajadorxs para el Poder de lxs Trabajadorxs, parte del programa fundacional de la Escuela, insista en los principios pedagógicos favorables al cambio social. Esto es, el aprendizaje colectivo implica respetar diferentes puntos de vista y transformarlos en propuestas de acción. La resistencia activa va más allá de las marchas o las consignas: se trata de formular y reivindicar alternativas, consolidar las estrategias de negociación, movilizar a la membresía, organizar campañas y tejer alianzas.
En la formación de formadorxs, lxs participantes destacaron también el valor de las redes intersectoriales, una conexión facilitada por WIEGO. Compartir experiencias con trabajadorxs en empleo informal de otros sectores, señalaron, vigorizó los sentimientos de solidaridad y propósito compartido. Así, la Escuela no solo crea espacios de aprendizaje para lxs trabajadorxs, sino que también impulsa la articulación organizativa entre sectores.
Unx participante lo expresó de esta forma: “Me encantaría poner en práctica esto de intercambiar ideas y conocernos mejor a través del diálogo y el debate, como lo hicimos [en el programa]… La verdad es que hubo un montón de interés y el interés genera nuevas ideas, caminos y formas de fortalecer nuestras organizaciones”.
El cambio social real necesita movimientos más sólidos que luchen por alternativas
El programa de la Escuela de WIEGO enfatiza la importancia de comprender, desde la perspectiva de clase trabajadora, las experiencias que se viven en la informalidad, así como de cimentar la solidaridad en dicha clase.
Asimismo, lxs trabajadorxs en empleo informal necesitan aliadxs firmes, incluyendo a defensorxs de derechos humanos. Y hoy esto es más urgente que nunca porque el espacio cívico se reduce, mientras que las ideas y prácticas de las derechas avanzan en todo el mundo y hostigan continuamente a la clase trabajadora. La transformación de desigualdades sistémicas es inconmensurable, por lo que los movimientos deben ser capaces de resistir en el tiempo.
Como lo plantea Sheri Hamilton en su libro Renovar la educación de lxs trabajadorxs: una visión radical, “la educación de lxs trabajadorxs [debe ser] tan amplia en su alcance como estrecha en su enfoque de clase”. Solo así se pueden conectar las distintas luchas de la clase trabajadora que necesitan movimientos sólidos a favor de alternativas.
Además de proponer aprender para la acción, el curso Educación de lxs Trabajadorxs para el Poder de lxs Trabajadorxs muestra cómo se pueden extraer lecciones de la acción para lograr cambios sociales efectivos. Hoy, por ejemplo, al tiempo que buscan adaptarse a los duros efectos del cambio climático, las organizaciones también deben entender la importancia de movilizarse contra la desigualdad que este fenómeno genera.
Organizarse para construir poder colectivo es una necesidad: es el camino hacia la justicia social, económica, política y ambiental. Con esa idea medular, el programa impulsa la conciencia crítica de lxs trabajadorxs como base de la acción colectiva, inspirándose en campañas que se fortalecen unas a otras y sostienen un movimiento duradero, capaz de abrir la puerta a mejores vidas y medios de subsistencia.