Lxs líderes mundiales que abordaron el crecimiento económico en la cumbre del G20 en Johannesburgo (Sudáfrica) deben replantear su forma de concebir, medir y comprender a lxs dos mil millones de trabajadorxs en empleo informal en el mundo.

Reconocemos el logro de haber adoptado una declaración de líderes del G20 en la reunión del 22 y 23 de noviembre, pero nos preocupa ver que el empleo informal aparece en una lista de factores —junto con la desigualdad— que “representan amenazas significativas para el crecimiento económico mundial, el desarrollo y la estabilidad social y económica”.

Habría sido más pertinente que la declaración incluyera un reconocimiento de lxs trabajadorxs en empleo informal y de su contribución económica fundamental, especialmente en un documento que reafirma el compromiso del G20 de “garantizar que nadie quede atrás mediante la cooperación multilateral, la coordinación de políticas macroeconómicas, las alianzas mundiales para el desarrollo sostenible y la solidaridad”.

Las sucesivas conmociones globales, como la pandemia de la COVID-19, la crisis por el cambio climático y la inestabilidad provocada por los conflictos comerciales, exigen que nuestras instituciones globales gestionen el crecimiento de forma inclusiva. Esto implica incluir a las empresas informales, que representan alrededor del 80 % de todas las empresas a nivel mundial.

Existe un consenso creciente de que reducir la desigualdad implica mejorar los ingresos en la economía informal, y uno de los objetivos principales es impulsar la llamada “productividad baja” de las empresas informales. Sin embargo, se cometen errores importantes al intentar “arreglar” la cuestión de la productividad, tanto desde la perspectiva de las políticas como desde la de la medición.

Los gobiernos malinterpretan, excluyen o castigan a las empresas informales

Las empresas informales generan empleos, producen y distribuyen bienes esenciales a precios asequibles en lugares accesibles y brindan servicios como el reciclaje, la venta ambulante, el transporte y el cuidado. Son resilientes y tienen una gran capacidad de adaptación, dada la hostilidad de los entornos en los que se desenvuelven. A pesar de ello, son sistemáticamente consideradas improductivas. Los argumentos políticos actuales que se enfocan en la formalización y en las medidas de apoyo a las empresas deberían comprender que la formalización no es un requisito previo para la continuidad de las inversiones en las asociaciones locales, los mercados y la infraestructura.

Las políticas económicas locales y nacionales tienden a excluir a las empresas informales de las políticas industriales y de las medidas para promover la productividad, como las iniciativas de comercio y competitividad, las inversiones en el mercado y los incentivos fiscales. Dentro de las ciudades, las empresas informales son objeto de políticas y prácticas punitivas en lugar de medidas de apoyo: la mayoría de lxs vendedorxs ambulantes enfrenta acoso diario, desalojos y confiscación de sus mercancías, y a lxs recicladorxs se les impide licitar contratos públicos para la recolección de residuos. Además, muchos proyectos de infraestructura urbana perjudican, socavan o desplazan a las empresas informales. En India, a pesar de los niveles récord de crecimiento económico, este sesgo generalizado ha provocado el colapso del sector manufacturero informal, que emplea a más de 400 millones de trabajadorxs.

Los abordajes políticos para mejorar la productividad tampoco reconocen las interconexiones ni la interdependencia entre los sectores formal e informal. En realidad, existe un intercambio frecuente de mano de obra y bienes a través de vínculos bidireccionales con proveedorxs y cadenas de suministro, en especial en economías de ingresos bajos y medios. Apoyar a las empresas formales y penalizar a las informales debilita a ambos sectores y a la economía en general.

Las múltiples barreras estructurales que perjudican diariamente a lxs trabajadorxs y a sus empresas informales representan un verdadero desafío para la productividad. Estos obstáculos podrían eliminarse si las políticas consideraran a las empresas informales como parte integral de un sistema económico en el que tanto los actores grandes como los pequeños puedan prosperar, en lugar de marginalizar a uno de los sectores.

Las mediciones y conceptos limitados dificultan el avance

Los sesgos en las políticas se deben, en parte, a conceptos y mediciones de productividad comunes que no reflejan fielmente la complejidad de las empresas informales. Por ejemplo, el uso frecuente de datos sobre ingresos en las mediciones de productividad se basa en la premisa de que el mercado recompensa la eficiencia. Sin embargo, esto es problemático en contextos donde es difícil interpretar datos sobre los ingresos, ya que lxs trabajadorxs realizan varias actividades, reciben pagos en especie o por pieza, o enfrentan flujos de ingresos altamente estacionales.

Además, las encuestas habituales que se realizan a las empresas no contabilizan o subestiman las unidades unipersonales o familiares que conforman la mayoría de las empresas informales. Si bien las Encuestas a Empresas del Sector Informal (ISES) del Banco Mundial para el período 2017-2025, que abarcan aproximadamente 41 000 empresas en ciudades de 16 países, muestran que entre el 50 % y el 60 % de las empresas informales encuestadas eran unidades unipersonales o familiares sin trabajadorxs contratadxs, es probable que estos datos subestimen su prevalencia. Las ISES basan su muestreo en listas de negocios informales dentro de las manzanas vecinales, lo que significa que es poco probable que se incluyan las unidades familiares o unipersonales, menos visibles, que operan desde sus propios hogares. De esta manera, los datos utilizados en los cálculos de productividad tienden a excluir a las empresas informales muy pequeñas, a menudo dirigidas por mujeres, lo que oculta información sobre los factores que determinan la productividad de dichas empresas.

La productividad de las empresas suele reducirse a un factor único y excesivamente simplificado: el trabajo y la cantidad necesaria para producir una determinada cantidad de bienes o servicios. Este uso frecuente del concepto de productividad laboral es problemático porque no considera otros factores importantes que la determinan, como las barreras estructurales y las fluctuaciones de la demanda. Por ejemplo, es más probable que las ventas de lxs vendedorxs ambulantes se vean afectadas por el acoso frecuente de las autoridades locales o por la baja demanda de la clientela, que por la eficiencia de su propio trabajo.

Una medida alternativa de la productividad es la productividad total de los factores, que considera los elementos que contribuyen a la producción más allá del trabajo. Estos incluyen activos tangibles, como tierras y equipamiento, activos financieros y, en algunos contextos, activos menos tangibles, como el capital humano (por ejemplo, la educación) o el capital social (que incluye las redes comerciales y la mentoría). Sin embargo, incluso las mediciones de productividad total de los factores excluyen las limitaciones que impone la demanda a las empresas informales. Cuando llegó la COVID-19, muchxs trabajadorxs en domicilio de Asia produjeron menos bienes, no por falta de tierras, equipamiento o activos financieros, sino porque las cadenas de suministro de materias primas y productos terminados se vieron interrumpidas como consecuencia de las decisiones de actores económicos más poderosos.

Una mejor medición y agenda política

Para abordar el crecimiento económico, lxs líderes deben mirar más allá de las salas de juntas y adentrarse en las calles, los mercados y los hogares, donde la mayoría de lxs trabajadorxs y las empresas del mundo ya mantienen las economías en funcionamiento.

Esto requiere un conjunto integral y exhaustivo de sistemas de medición y conceptos para contabilizar con precisión las empresas informales, determinar su productividad real y comprender los obstáculos que enfrentan y las contribuciones que hacen. Deben desarrollarse nuevos conceptos y sistemas de medición para captar mejor las fuerzas negativas que afectan sus operaciones, así como sus contribuciones positivas a la sociedad y a la economía: el reciclaje de residuos, la producción de bienes para la exportación, las cadenas de suministro y la prestación de servicios de cuidados.Este es un desafío que requerirá tiempo y esfuerzo de la comunidad internacional. Mientras tanto, existen pruebas más que suficientes, fruto de años de estudios de campo, sobre los múltiples factores negativos que dificultan la productividad de las empresas informales. Es urgente implementar políticas para mitigar estos factores negativos e integrar adecuadamente a las empresas informales en las políticas industriales y en las iniciativas de desarrollo económico local, de modo que tanto las grandes como las pequeñas empresas puedan prosperar.