Trabajadoras del hogar: en primera línea de la pandemia y en riesgo

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Domestic Worker in South Africa
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Yola Verbruggen

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Las trabajadoras del hogar representan una parte esencial de los hogares en los que trabajan. Cuidan a lxs ancianxs, a las personas con discapacidad o a lxs niñxs; lavan, hacen las compras, limpian y cocinan; brindan servicios de jardinería, chofer y seguridad. En todo el mundo, al menos 67 millones de personas están empleadas como trabajadoras del hogar. Gracias a su labor, que permite que las familias que viven en esos hogares puedan continuar a su vez con sus propios trabajos, las trabajadoras del hogar desempeñan un rol crucial en mantener los mercados y las economías en funcionamiento a nivel mundial.

Sin embargo, como después del brote de la COVID-19 se impusieron órdenes de refugiarse en sus hogares, familias de todo el mundo despidieron a aquellas trabajadoras que venían manteniendo sus hogares en funcionamiento. Sigue habiendo despidos sin indemnización de cuidadoras, niñeras, personal de limpieza y choferes, debido a la pérdida de trabajo de sus empleadorxs o al temor de que propaguen el virus. Por otro lado, a las trabajadoras del hogar residentes ahora se les pide realizar más trabajos de limpieza o de cuidado sin pago adicional y algunas ni siquiera reciben pago alguno. A otras les han dicho que no pueden salir de la casa. En Perú, para evitar el toque de queda, las trabajadoras del hogar les piden a sus empleadorxs que les firmen contratos escritos, para poder seguir viajando al trabajo.

Muchas de estas trabajadoras obtienen los ingresos esenciales que necesitan sus familias para sobrevivir. La pérdida de los medios de subsistencia está provocando una pérdida de acceso a las necesidades básicas, incluyendo alimentos y medicamentos, y la imposibilidad de pagar el alquiler, lo que expone a las trabajadoras y a sus familias al riesgo de desalojo y de falta de vivienda. Solo en México, a la mayoría de los 2,2 millones de trabajadoras del hogar las están despidiendo sin indemnización.

Incluso antes del virus, las trabajadoras del hogar eran vulnerables, ya que sus salarios suelen ser bajos y cuentan con menos beneficios y protecciones legales o sociales que otras personas trabajadoras asalariadas. Muy pocas trabajadoras del hogar tienen contratos laborales y la mayoría no tiene licencia por maternidad, servicio de atención médica ni jubilación. Si es que existen leyes que las protejan, a menudo lxs empleadorxs las omiten y las autoridades no las hacen cumplir.

En todo el mundo, el 80% de las trabajadoras del hogar son mujeres. Por lo tanto, la crisis afecta de forma desproporcionada a las trabajadoras del hogar, que además de sus incertidumbres laborales, también se enfrentan a mayores responsabilidades de cuidado y limpieza en el hogar, con cierres de escuelas y parientes enfermxs. Para aquellas que pueden seguir yendo a trabajar, deben elegir entre arriesgarse a contraer el virus y ponerse en riesgo a ellas mismas y a sus familias, y llevar comida a la mesa. La mayoría de estas trabajadoras pertenecen a los sectores más pobres de la sociedad.

Las trabajadoras migrantes, que constituyen una parte importante de las trabajadoras del hogar, son aún más vulnerables ya que tienen poca protección legal, especialmente si están indocumentadas o si han sido víctimas de trata. De lxs más de 150 millones de trabajadorxs migrantes en todo el mundo, las mujeres y niñas representan casi 67 millones, y una de cada seis es trabajadora del hogar.

La mayoría de las trabajadoras del hogar no están organizadas en sindicatos y no tienen una voz que las represente. Debido a las características de su trabajo, incluso cuando tienen el derecho legal de organizarse, no les resulta fácil hacerlo porque se encuentran aisladas y en una situación vulnerable. La naturaleza de la relación entre trabajadorxs y empleadorxs dificulta la negociación de convenios colectivos con sus empleadorxs. En algunos países, no se les permite afiliarse a ningún sindicato.

A pesar de estos desafíos, las trabajadoras del hogar han logrado grandes avances para organizarse. Ahora, es importante respaldar a estas organizaciones para que puedan brindarles ayuda a sus miembros durante la pandemia. En Estados Unidos, la Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar (NDWA) lanzó un fondo de ayuda de emergencia para trabajadoras del hogar que enfrentan dificultades debido a la pandemia del coronavirus. El objetivo del fondo es recaudar 4 millones de dólares para asistir a 10 000 trabajadoras.

La Federación Internacional de Trabajadores del Hogar, una organización mundial de organizaciones de base que representa a más de 560 000 trabajadoras del hogar en 58 países, les ha pedido a los gobiernos que protejan los derechos de estas trabajadoras. Solicitan equipos de protección (incluso para el manejo de sustancias químicas nocivas) y distribución de información a las trabajadoras en idiomas que entiendan, especialmente en lo que respecta a información sobre seguridad. Las trabajadoras también deberían recibir sus salarios en caso de despido y deberían recibir licencia paga por enfermedad y acceso al servicio de atención médica.

Para cubrir la brecha de apoyo a lxs trabajadorxs en empleo informal, la FITH ha creado un fondo de solidaridad que ya ha distribuido alrededor de 500 000 USD a sus afiliadxs de base, entre ellxs a las trabajadoras del hogar. El dinero se entrega mediante subsidios de 5000 a 10 000 USD, una cantidad pequeña que ha marcado una gran diferencia para las trabajadoras que no pueden acceder a ningún otro tipo de apoyo. Los fondos se utilizan principalmente para ayuda inmediata, como la distribución de paquetes de alimentos, equipo de protección individual (EPI) y medicamentos. Según la FITH, alrededor de 20 000 trabajadoras del hogar en todo el mundo ya se han beneficiado del fondo de solidaridad. Además, esto permitió que algunxs afiliadxs de la FITH fortalecieran su organización y expandieran su membresía en una época en la que organizarse es incluso más difícil de lo habitual, debido a las restricciones de reuniones presenciales y a la presión de las autoridades.

“Por ejemplo, nuestra organización afiliada en Malasia distribuyó 208 canastas de alimentos y productos básicos a las trabajadoras del hogar migrantes y logró llegar a otras 100 trabajadoras del hogar que no eran miembros, 30 de las cuales se unieron a la organización”, explica Roula Seghaier, Coordinadora del Programa Estratégico de la FITH. Otro ejemplo es América Latina, que tiene la mayor representación dentro de la FITH. Alrededor de 5500 trabajadoras del hogar recibieron asistencia a través del fondo de solidaridad.

Las organizaciones de personas trabajadoras de todo el mundo hacen eco de las necesidades de las trabajadoras del hogar. “Lxs empleadorxs pueden seguir permitiendo que sus trabajadoras ingresen y trabajen, pero necesitan comprar los elementos adecuados para protegerlas, como guantes, máscaras, desinfectantes”, le dijo a Times Live la secretaria general adjunta del Sindicato Sudafricano de Trabajadoras del Hogar y Afines, Eunice Dhladhla. La presidenta de Trabajadoras del Hogar Unidas de Sudáfrica, Pinky Mashiane, dijo en el mismo artículo: “Si lxs empleadorxs les dicen a sus trabajadoras del hogar que se queden en sus casas, deben seguir pagándoles por ello”.

Foto: Lucy Mokhele realiza un trabajo físicamente demandante en un hogar privado. Su jornada laboral incluye limpiar y cocinar para su empleador mayor de edad y otros miembros de la familia en Johannesburgo, Sudáfrica. Créditos: Jonathan Torgovnik/Getty Images Reportage

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