Innovación y unidad: Cómo se están adaptando las personas trabajadoras en domicilio al mundo de la COVID-19

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HBW in Uruguay sewing masks for COVID-19
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Leslie Vryenhoek, with files from Laura Morillo

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Para millones de trabajadoras y trabajadores en domicilio en todo el mundo, sus medios de sustento no desaparecieron cuando se anunciaron las medidas de aislamiento obligatorio. Por el contrario, tanto las personas trabajadoras independientes como las subcontratadas sostienen que dejaron de percibir sus ingresos semanas o incluso meses antes, a medida que compradores y mercados (especialmente los mercados de exportación) comenzaron a perder liquidez. En Asia, África, América Latina y Europa del Este, las productoras y productores en domicilio le contaron a WIEGO que dejaron de recibir pedidos de compra de sus productos bastante antes que se declarara oficialmente la pandemia mundial.

Las personas trabajadoras en domicilio, en su mayoría mujeres, están entre las más invisibilizadas y descuidadas del mundo, y están demasiado familiarizadas con la inestabilidad salarial y el aislamiento. Sin embargo, han comenzado a organizarse cada vez más. Esta crisis resaltó lo valiosa que puede ser la asociación colectiva para los individuos y para las comunidades.

Habilidades lucrativas y salvadoras

television news screenshot making masks in Uruguay
Las noticias televisivas cubrieron la historia de los miembros del SUA, quienes comenzaron a producir barbijos, insumos esenciales durante la pandemia de la COVID-19.

En Uruguay, las trabajadoras y trabajadores en domicilio actuaron rápidamente para convertir sus valiosas habilidades de costura en un proyecto lucrativo, que a su vez ayuda a otros a sobrevivir. El SUA (Sindicato Único de la Aguja) en Uruguay se ha encargado de organizar a las personas trabajadoras del sector textil durante más de un siglo. Tan pronto como se anunció el primer caso de coronavirus en Uruguay, la presidenta de la Comisión de Mujeres del SUA, Rosita Iglesias, tomó la decisión de comenzar a coser barbijos reutilizables de acuerdo con lo que Flor de Liz Feijoo, Secretaria General del SUA, le informó a Laura Morillo de WIEGO en esta entrevista.

Luego de consultar con la Facultad de Medicina y Salud Ocupacional de la Universidad de Montevideo para establecer el diseño y los criterios a seguir, comenzaron a trabajar. El 19 de marzo, el SUA anunció en una entrevista televisiva que habían terminado de producir los primeros 30 000 barbijos para el Sindicato Policial de Montevideo.

Así fue que comenzaron a llegar pedidos por parte de otras instituciones; primero, el Poder Judicial solicitó 6000 barbijos para utilizarlos en juicios y audiencias y, más tarde, aumentó el pedido a 20 000 barbijos. La Intendencia Municipal de Montevideo pidió 20 000 barbijos y, luego, aumentó su pedido a 100 000. La Fuerza Aérea se contactó con el SUA y les solicitó la producción de 300 kits con batas hospitalarias, barbijos, cofias y zapatos. A su vez, el Vicepresidente de la República de Uruguay se contactó personalmente con Flor de Liz Feijoo para agradecerle y encargarle barbijos para todas las parlamentarias y parlamentarios. Además, el SUA donó unos 3800 barbijos para quienes no cuentan con recursos para comprarlos, como las niñas y niños que viven en refugios y para quienes padecen cáncer u otras enfermedades.

El proyecto recibió bastante atención por parte de los medios. Luego de que el trabajo del SUA se transmitiera por televisión, muchas personas trabajadoras en domicilio que tenían las habilidades necesarias llamaron al SUA para unirse. Al 23 de abril, 60 personas trabajadoras de todo el país habían comenzado a producir barbijos lavables y descartables. Están organizadas por regiones geográficas y el trabajo se reparte: hay una persona que se encarga de recibir los pedidos y de distribuirlos entre las trabajadoras y trabajadores en cada región.

Según Flor de Liz Feijoo, cada persona trabajadora en domicilio produce un mínimo de 100 barbijos por día. Como los barbijos tienen un costo de 15 pesos uruguayos cada uno, reciben 1500 pesos uruguayos por día, que equivale al salario mínimo para el sector.

“La organización sindical es esencial. Creemos que esta crisis marca un antes y un después para el SUA y para las personas trabajadoras en domicilio”, dijo Flor de Liz Feijoo. “Ahora se está demostrando que la tarea que desarrollan quienes trabajan en domicilio es importante: pueden ser proveedores del estado y de las empresas a cambio de salarios justos.”

El SUA no es la única organización de personas trabajadoras en domicilio que reconoció rápidamente que el consumismo mundial de vestimenta estaba siendo reemplazado por la necesidad de barbijos protectores. En Etiopía, quienes trabajan en domicilio también están recibiendo pedidos por parte del sistema de salud público y de diversas ONG. En India, SEWA Mahila Housing Trust involucró a las personas trabajadoras en domicilio en la fabricación de barbijos quirúrgicos y batas hospitalarias para ayudar al sector médico en sus labores de asistencia. En Camboya, las personas trabajadoras en domicilio han estado utilizando las redes sociales, como Facebook, para vender los barbijos que producen. Pero tal como lo demuestra esta historia de una trabajadora en domicilio tailandesa, este trabajo es a corto plazo.

El valor de organizarse en África del Este

En Kenia, donde se declaró la obligatoriedad del uso de barbijos apenas entró el virus al país, las personas trabajadoras en domicilio con las habilidades necesarias (en su mayoría, miembros de grupos autogestivos y cooperativas) han estado produciendo barbijos para el mercado informal. Los venden las personas vendedoras ambulantes y, de esta manera, los equipamientos necesarios están disponibles en los mercados locales.

Ese trabajo es particularmente importante en una región en la que muchas mujeres dependen de la venta de artesanías hechas en domicilio. Para estas productoras, la crisis de la COVID-19 fue un golpe fuerte e inmediato. Los mercados al aire libre cerraron sus puertas; las ventas en las tiendas de obsequios de los hoteles desaparecieron junto con los turistas. Obviamente, las escuelas también cerraron, lo que generó que las mujeres tengan más tareas de cuidados que atender y menos tiempo para producir.

Sin embargo, la organización de las personas trabajadoras en domicilio también ha ido ganando terreno en África. A principios de 2019 se formó HomeNet Kenya, una red de organizaciones. Este suceso fue impulsado por la Federación Keniata de Comercio Alternativo (KEFAT), que trabajó durante años en asociación con WIEGO para identificar y ayudar a fortalecer a los grupos de trabajadoras y trabajadores en domicilio de todo tipo.

El Sindicato de Cooperativas de Machakos es una de esas organizaciones fuertes. Entre sus asociados hay grupos de personas trabajadoras en domicilio que tejen canastos de hilo sisal, tapetes y otros productos para mercados locales y para exportación.

Sisal handbags in various colours
Con el cierre de fronteras durante la pandemia, los canastos de sisal que vendía el Sindicato de Cooperativas de Machakos en Kenia ya no pueden exportarse a otros mercados, y las trabajadoras y trabajadores en domicilio que los tejen no pueden reunirse para teñir las telas o asegurar la calidad del producto.

Actualmente, esta producción se ha frenado, dice Edwin Bett, el coordinador de HomeNet de Kenia. Pero el problema no es la disrupción en las cadenas de suministro, sino las restricciones para reunirse. Tradicionalmente, las mujeres trabajaban en grupos para teñir el hilo sisal, tejerlo y transformarlo en productos. El trabajo en conjunto es esencial para adquirir un color uniforme y la calidad que el mercado de exportación requiere, explica Bett. Es por eso que, por el momento, el trabajo está suspendido.

Según Bett, muchas productoras y productores volvieron a dedicarse a la agricultura (ya sea en las ciudades o retornando a sus pueblos rurales) ya que sabían que la seguridad alimentaria se tornaría rápidamente un problema.

Sin embargo, el Sindicato de Cooperativas de Machakos continúa teniendo un papel significativo para estas trabajadoras y para sus hogares, ya que las ayuda en la recepción de las medidas de alivio que necesitan. De hecho, el sistema de registro de la cooperativa, que incluye 81 sociedades principales y miles de miembros, se utilizó para ayudar al gobierno de Kenia a distribuir los fondos de emergencia.

La organización resultó ser igual de esencial en Uganda, en donde las trabajadoras y trabajadores en domicilio informan que los pedidos ya estaban mermando hacia fines de 2019, y se les dijo que probablemente no se reanuden una vez que la pandemia esté controlada. Los grupos que tienen iniciativas de ahorro en conjunto utilizaron esos ahorros para acumular productos básicos cuando se anunciaron las medidas de aislamiento. La solidaridad entre los miembros implica que los ahorros y las reservas de materiales se compartan para ayudar a quienes más lo necesitan. En Etiopía, la Organización de Mujeres en Empleo Independiente (WISE) incrementó la distribución del gobierno de comida y productos de sanidad básicos a los hogares más vulnerables entre sus 19 000 cooperativas miembro de crédito y de ahorro.

Voz colectiva y visión innovadora en Europa del Este y Asia Central

Desde el comienzo de esta crisis, las personas trabajadoras en domicilio en diversos países reclaman préstamos a tasas de interés bajas y una reducción en los pagos. Esto se hizo realidad en Bulgaria. Sin embargo, cuando el negocio comenzó a decaer de forma precipitada, la Asociación de Trabajadoras y Trabajadores en Domicilio adoptó una estratega inusual: enviaron sus petitorios a los gobiernos junto con productos de regalo hechos por sus miembros, para recordarles la importancia que tienen sus productos para las personas, las economías locales y sus tradiciones.

Funcionó.

El Consejo de Ministros, el Presidente y las y los alcaldes de las municipalidades rápidamente acordaron otorgar préstamos pequeños sin tasa de interés, con un período de gracia de cinco años y préstamos más grandes por parte del Banco de Desarrollo a las personas trabajadoras independientes. Además, el gobierno financió una iniciativa para distribuir alimentos básicos a las personas más vulnerables (los alimentos serían proporcionados por pequeños agricultores y agricultoras) y dictaminó que las grandes cadenas de alimentos debían almacenar productos comprados a pequeños productores y productoras locales de Bulgaria. Dado que muchas personas trabajadoras en domicilio también son pequeños agricultores y agricultoras, ahora pueden tener un ingreso adicional al vender sus productos dentro de este esquema.

“Lamentablemente, tenía que aparecer la COVID-19 para que esto sucediese y para que se promuevan estas leyes, por las que hemos estado abogando durante años”, explicó Violeta Zlateva, Presidenta de la Asociación de Trabajadoras y Trabajadores en Domicilio, que forma parte del Sindicato de Trabajadores Independientes y en Empleo Informal (UNITY) desde el año 2014.

La asociación también es miembro de HomeNet de Europa del Este y Asia Central (HNEECA), una red de organizaciones nacionales en crecimiento que es parte del movimiento mundial de trabajadoras y trabajadores en domicilio. Otra organización asociada a HNEECA es Hunarmand, una asociación de artesanos y artesanas de Uzbekistan. Al igual que su contraparte búlgara, comparten la preferencia por soluciones innovadoras.

En Asia Central, las personas trabajadoras en domicilio y las que producen artesanías han estado trabajando en conjunto para revivir las artesanías tradicionales. Durante el gobierno soviético perdieron su identidad. Ahora, con la ayuda del gobierno local y central, están retornando a esas tradiciones para ayudar a generar un sustento para las mujeres.

En mayo, un festival anual internacional de sedas y especias habría reunido en Bukhara, Uzbekistán, a personas productoras de artesanías provenientes de Asia Central, de la región del Cáucaso, Afganistán, Turquía, Mongolia, Rusia y Europa. Pero quien se encargaba de la organización del evento, Matluba Bazarova, anunció con pesar la cancelación del festival debido a la COVID-19. Este festival iba a incluir bazares, procesiones, exhibiciones y diálogos en mesas redondas sobre el desarrollo del turismo y el sector de las artesanías.

Artisans works are displayed on the walls of a museum in Uzbekistan
En Bukhara, Uzbekistán, el trabajo de artistas, artesanas y artesanos se exhibe para mantener el interés y las energías durante el aislamiento.

Sin embargo, este grupo permaneció impávido, porque hace tiempo que aseguraron el apoyo por parte de los niveles más altos del gobierno. El país apoya a quienes producen artesanías a través de una exención de pago de impuestos durante 20 años y el Presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, ofreció apoyo financiero para ayudar a Hunarmand a crear un Centro de Arte en Bukhara.

Ese apoyo y el pensamiento innovador del grupo los ayudó a pasar de un festival cancelado a una espectacular exhibición pública. Bazarova acordó que artistas, artesanas y artesanos pusieran imágenes en las paredes exteriores del museo durante el mes de mayo.

Mirando hacia el futuro

La pandemia terminará, los negocios y las fronteras abrirán y las cadenas de suministro se reactivarán. Pero no todo volverá a ser como era antes.

En esta crisis, las personas trabajadoras en domicilio y sus organizaciones demostraron ser creativas y adaptarse fácilmente a los cambios. Su mirada rápida y a futuro ha beneficiado sus medios de subsistencia y las ha convertido en socias invaluables de sus comunidades. Con reconocimiento sostenido y fuerza organizacional en crecimiento, las personas trabajadoras en domicilio podrían tener un papel vital en la construcción de una economía más dinámica y más justa a nivel mundial en el futuro.

Actualmente, se está desarrollando una red internacional de organizaciones regionales de trabajadoras y trabajadores en domicilio. En abril, el Grupo de Trabajo de HomeNet Internacional (HNI) redactó un pliego de reivindicaciones.

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