Qué pueden hacer las ciudades para apoyar a las personas trabajadoras en empleo informal durante la COVID-19 y en el futuro

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Jenna Harvey

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En nuestro último blog, “Esenciales pero desprotegidos: las trabajadoras y trabajadores en empleo informal durante la crisis” resaltamos las historias de tres grupos de estas personas trabajadoras que se esfuerzan para que sus comunidades estén alimentadas, informadas y limpias durante la crisis de la COVID-19, aun sin contar con el apoyo adecuado. Este artículo profundiza en las demandas de trabajadoras y trabajadores sobre cómo los gobiernos locales deberían brindarles apoyo en este momento, en un paso hacia el necesario proceso de creación de un nuevo contrato social en el futuro.

Este blog se desarrolló en colaboración con el Programa de Políticas Urbanas de WIEGO. 

Las décadas de planificación excluyente demostraron ser letales para las ciudades 

El legado de las ciudades del siglo 21 se está convirtiendo rápidamente en uno de exclusión y de gran desigualdad. En las pequeñas y grandes ciudades en todo el mundo, las decisiones relacionadas con la asignación de recursos y espacios siempre se han basado en las ganancias, no en las personas, y los efectos de esto son desastrosos.

A medida que la COVID-19 refuerza su control de las ciudades, el inmenso costo social y económico de este statu quo excluyente se ha vuelto más notorio. Es evidente que los gobiernos de las ciudades están menos preparados para abordar la doble crisis sanitaria y económica provocada por la COVID-19, dado que siempre han tenido una forma de abordar el planeamiento urbano y la política pública que ha marginado y explotado a las trabajadoras y trabajadores en situación de pobreza durante décadas, incluso cuando las ciudades se beneficiaban de su trabajo.

El contexto actual dejó al descubierto la situación apremiante que atraviesan las trabajadoras y trabajadores en empleo informal, que constituyen la mayor parte de la población urbana trabajadora en la mayoría de las ciudades del Sur Global, y que no pueden darse el lujo de vivir de sus ahorros, recurrir al teletrabajo, o protegerse por medio del distanciamiento social. Tal como informa la OIT, dadas las desigualdades que moldean el trabajo y las vidas de los dos mil millones de personas trabajadoras en empleo informal en todo el mundo, serán ellas las que sufran el impacto económico y sanitario más severo durante la crisis de la COVID-19. Sin embargo, se pueden tomar medidas de inmediato para cambiar ese destino. 

Sin embargo, no se ha prestado mucha atención al papel crítico que las ciudades deben tener en el desarrollo de respuestas para apoyar a las trabajadoras y trabajadores en empleo informal durante la crisis y en la construcción de las bases para crear sistemas urbanos más resilientes y equitativos en el futuro. 

Todas las miradas están puestas sobre los gobiernos nacionales, para que desarrollen e implementen políticas, tales como medidas de sustitución de ingresos, para apoyar a estas personas trabajadoras durante la crisis. Sin embargo, no se ha prestado mucha atención al papel crítico que las ciudades deben tener en el desarrollo de respuestas para apoyar a las trabajadoras y trabajadores en empleo informal durante la crisis y en la construcción de las bases para crear sistemas urbanos más resilientes y equitativos en el futuro.

Qué medidas inmediatas pueden tomar las ciudades para apoyar a las personas trabajadoras en empleo informal

Las soluciones apropiadas no pueden meramente imponerse de arriba hacia abajo. Las organizaciones de base (OB) de trabajadoras y trabajadores en empleo informal de la red WIEGO tienen ideas en torno a qué medidas deben tomar las ciudades para apoyarlas en este momento. En primer lugar, los gobiernos locales necesitan reconocer que el trabajo y la experiencia de estas personas son recursos esenciales para la respuesta frente a la crisis. Tal como lo explica la lideresa y vendedora ambulante en Lima, Gloria Solórzano: “Nos trataron como si fuésemos el problema, pero somos la solución”.

Nos trataron como si fuésemos el problema, pero somos la solución.

1) No dañar

El hostigamiento policial, la estigmatización, la xenofobia y la discriminación por cuestiones de clase, al igual que los desalojos de los espacios de trabajo son moneda corriente para muchas personas trabajadoras en empleo informal. Lamentablemente, es evidente que en muchas ciudades la crisis de la COVID-19 se está utilizando como pretexto para profundizar, en lugar de amainar, este abuso ya existente.

 

Kayayei
Las personas estibadoras, o kayayei, trabajan en los mercados de Accra, pero la mayoría son de la región rural del norte de Ghana. Cuando se anunciaron las medidas de aislamiento obligatorio intentaron retornar a sus pueblos por todos los medios, incluso en camiones de carga como este. A muchas se las detuvo y tuvieron que regresar. Foto: Modern Ghana News

Por ejemplo, a las Ghanesas y Ganheses pudientes que volvían del extranjero se les dejaba hacer la cuarentena en hoteles caros sin pagar por ello. Pero a las personas trabajadoras migrantes que se iban de Accra hacia sus pueblos en camiones de carga, la policía las detenía y las hacía regresar a una ciudad en la que no cuentan con los medios para satisfacer sus necesidades básicas durante el aislamiento. Las trabajadoras y trabajadores en empleo informal en Delhi han informado que fueron víctimas de una violenta represión policial por trabajar por necesidad, incluso cuando el tipo de trabajo está permitido por ser un servicio esencial. También se informó sobre la violencia policial en Dakar, donde las jornadas extensas y las restricciones de transporte hacen que sea difícil cumplir con el horario del toque de queda.

Como lo expresó N’Dagou Dia, lideresa y vendedora ambulante: “Cuando vas a trabajar, tienes problemas para regresar. Todas estas personas golpeadas por la policía eran trabajadoras en empleo informal que se levantan temprano para ir a trabajar y vuelven a sus hogares por la noche”.

Los gobiernos locales deben frenar de inmediato esta violencia como primera medida durante la crisis.

Los gobiernos locales deben frenar de inmediato esta violencia como primera medida durante la crisis. “No dañar” también significa que la crisis no debe usarse como pretexto para imponer restricciones permanentes en cuanto al uso del espacio. A las personas trabajadoras se las debe dejar retornar a sus lugares de trabajo (que incluyen los vertederos y los espacios públicos) cuando termine la crisis, con mayores protecciones que antes y con un compromiso a colaborar, sin más represión. Gloria Solórzano explica, “esperamos que ahora nos ayuden a volver a trabajar y que frenen los desalojos que se venían produciendo anteriormente. Si continúan reprimiendo, no podremos recuperarnos económicamente”.

2)  Proporcionar medidas de alivio financiero directo

Las ciudades deben cumplir un papel importante que es el de hacer llegar dinero en efectivo a las manos de aquellos que más lo necesitan en este momento. Incluso en los lugares en que se están desarrollando medidas de sustitución de ingresos a nivel nacional, las y los líderes municipales tienen la oportunidad de complementar estas medidas, para que puedan llegar más rápidamente a las personas trabajadoras en empleo informal a través de medidas que les permitan tener liquidez y poder saldar sus deudas al mismo tiempo.

 

Organ Players CDMX
Organilleras y organilleros reclamando la sustitución directa de ingresos en la plaza central de la Ciudad de México. En el cartel se lee: “No puedo quedarme en casa, tengo que conseguir sustento para mi familia”.

Por ejemplo, las medidas de sustitución de ingresos tomadas a nivel nacional pueden tardar demasiado en llegar a quienes las necesitan y pueden excluir a grupos de trabajadoras y trabajadores en empleo informal cuyos ingresos, en circunstancias normales, pueden ser un poco más altos que el tope máximo que se impone para quedar comprendido dentro del grupo que recibe la asistencia. Los gobiernos municipales podrían interceder en estos casos, para proporcionar un apoyo más rápido y directo a estas trabajadoras y trabajadores que viven en las ciudades a través de los registros municipales existentes y otras medidas. 

Como señala Juana Corman, vendedora de periódicos de Lima, las ciudades también deben ser flexibles en cuanto a las solicitudes de permisos y a los pagos.

Las medidas de apoyo adicionales deben utilizarse para complementar la sustitución de ingresos, lo que incluye una moratoria completa de los alquileres que se pagan a las ciudades por los lugares de trabajo, como depósitos, puestos o espacios de venta, por ejemplo. Como señala Juana Corman, vendedora de periódicos de Lima, las ciudades también deben ser flexibles en cuanto a las solicitudes de permisos y a los pagos: “La renovación de los permisos anuales debe ser más flexible en estos tiempos de crisis. Las ciudades no deberían cobrar y deberían extender la validez de los permisos existentes”.

Finalmente, algunas ciudades lanzaron los programas de préstamos a tasa de interés cero para las pequeñas empresas, que se podrían hacer extensivos a los emprendimientos informales también.

3)  Proporcionar información clara y accesible

Se está volviendo cada vez más evidente que los lineamientos principales para la prevención de la COVID-19 son completamente irrelevantes e inapropiados para la gran mayoría de las personas en situación de pobreza en las ciudades del Sur Global. Las ciudades deben actuar rápidamente y desarrollar lineamientos que sean accesibles y apropiados para los grupos que no tienen acceso a agua corriente para lavarse las manos, por ejemplo, o que viven y trabajan en asentamientos superpoblados en los que es imposible auto aislarse.

 

Street Vendor
Doña Sabina recibió apoyo del Proyecto de Vendedoras y Vendedores Ambulantes en Nueva York para adaptarse al distanciamiento social y compartir información crítica sobre salud pública con sus clientes. Las ciudades tienen que desempeñar un papel muy importante y pagarles a las personas trabajadoras directamente por estos servicios como embajadoras de la salud pública. Foto: Proyecto de Vendedoras y Vendedores Ambulantes

Las personas trabajadoras en empleo informal podrían cumplir un papel importante como embajadoras de la salud pública, dada su cercanía con las comunidades que necesitan esta información, especialmente en el contexto de las campañas de desinformación que están apuntadas a las personas más vulnerables. Las entrevistas con líderes y lideresas de las organizaciones de base en el programa de Ciudades Focales de WIEGO muestran que están usando WhatsApp con redes miembro para luchar contra el riesgo de la desinformación, compartir recursos y proporcionar ayuda mutua y apoyo emocional. Las ciudades podrían aprovechar estos esfuerzos existentes y trabajar con organizaciones de trabajadoras y trabajadores en empleo informal para difundir información crítica sobre prevención y acceso a recursos.

Las ciudades podrían aprovechar estos esfuerzos existentes y trabajar con organizaciones de trabajadoras y trabajadores en empleo informal para difundir información crítica sobre prevención y acceso a recursos.

En aquellos lugares donde estas personas siguen realizando sus tareas como trabajadoras esenciales, se les podría pagar para difundir información y provisiones directamente a sus clientes. En Washington D.C., por ejemplo, a las vendedoras y vendedores ambulantes les pagó el gobierno local para difundir los lineamientos de cuidado y para repartir desinfectante de manos.

4)  Proporcionar las protecciones necesarias

Los lineamientos y la información no significan nada si las personas trabajadoras en situación de pobreza no tienen los medios para seguirlos. La falta de inversión durante años en infraestructura básica para los mercados ha hecho que las trabajadoras y trabajadores en empleo informal, que continúan prestando servicios esenciales, se encuentren en ambientes laborales peligrosos

 

Handwashing
Veronica buckets” [baldes Verónica] en un mercado de Accra, instalados como medida provisoria para el lavado de manos.

 

Deben instalarse estaciones de lavado de manos y otros puestos de provisión de agua en los lugares de trabajo de las trabajadoras y trabajadores en empleo informal y dentro de las comunidades en donde no hay acceso al agua corriente o dicho acceso es limitado. Sin embargo, esta es una medida provisoria. En el largo plazo, las ciudades deben invertir en la provisión de infraestructura sanitaria básica en los lugares de trabajo de estas personas.

Sin embargo, esta es una medida provisoria. En el largo plazo, las ciudades deben invertir en la provisión de infraestructura sanitaria básica en los lugares de trabajo de estas personas.

Las ciudades también deben asegurarse de que estas personas trabajadoras esenciales (las que se dedican a la venta ambulante, al reciclaje y otras que prestan servicios a las ciudadanas y ciudadanos en primera línea) tengan equipos de protección adecuados y que reciban capacitación sobre prevención.

5)  Involucrar a las organizaciones de trabajadoras y trabajadores en empleo informal en la respuesta

Las personas trabajadoras en empleo informal saben mejor que nadie lo que ellas mismas y sus comunidades necesitan para estar protegidas. Muchas de estas organizaciones en la red WIEGO ya se han movilizado para desarrollar plataformas detalladas de necesidades y demandas para que las ciudades las tomen en consideración en la respuesta frente a la crisis, para proteger tanto a trabajadoras y trabajadores esenciales en empleo informal que continúan trabajando durante la crisis como también a aquellas a las que se les ha pedido que permanezcan en sus hogares y que sacrifiquen sus medios de subsistencia. 

Durante años, las organizaciones de personas trabajadoras en empleo informal han intentado convencer a las ciudades para que se las trate como socios reconocidos y expertos en el proceso de urbanización de ciudades. Ahora es el momento para que las ciudades acepten su ofrecimiento y creen las bases para la gobernanza urbana colaborativa que será esencial para sobrellevar la crisis y para el futuro. 

Esta inteligencia desde las bases es un activo enorme para las ciudades que están intentando cuidar diversos distritos y que no pueden tener todas las respuestas sobre lo que estos necesitan. Durante años, las organizaciones de personas trabajadoras en empleo informal han intentado convencer a las ciudades para que se las trate como socios reconocidos y expertos en el proceso de urbanización de ciudades. Ahora es el momento para que las ciudades acepten su ofrecimiento y creen las bases para la gobernanza urbana colaborativa que será esencial para sobrellevar la crisis y para el futuro. 

Esta crisis es una oportunidad para la transformación 

Las ciudades enfrentan riesgos únicos en el contexto de la COVID-19 debido a su alta densidad poblacional, lo que siempre ha sido propicio para propagar los contagios. Más allá de la COVID-19, el riesgo de que los desastres sanitarios y ambientales destruyan a las ciudades será mayor en el futuro con el avance del cambio climático. Sin embargo, la densidad y la heterogeneidad que caracteriza a las ciudades también representa un activo para la generación de resiliencia para enfrentar los desastres en el futuro. 

El abordaje capitalista basado en las ganancias que se utiliza en la construcción y gestión de ciudades ha representado un fracaso continuo para las personas que habitan en ellas, especialmente para las más vulnerables, y la economía informal siempre ha intervenido para satisfacer las necesidades de los excluidos. 

Las trabajadoras y trabajadores en empleo informal ya hacen que las ciudades sean más resilientes, al cubrir las brechas más importantes que hay en los sistemas. Las personas vendedoras ambulantes les proporcionan seguridad alimentaria a las poblaciones económicamente vulnerables que no pueden comprar en cadenas formales de supermercados. Las recicladoras y recicladores suelen constituir la única fuente de recolección de residuos disponible para los asentamientos informales adonde los camiones de recolección privados o municipales no pueden o no quieren ir.

Los sistemas son más resilientes cuando hay redundancia, es decir, cuando un sistema puede interceder si otro falla. El abordaje capitalista basado en las ganancias que se utiliza en la construcción y gestión de ciudades ha representado un fracaso continuo para las personas que habitan en ellas, especialmente para las más vulnerables, y la economía informal siempre ha intervenido para satisfacer las necesidades de los excluidos. Esto se vuelve evidente durante el contexto de la crisis de la COVID-19.

Esta crisis puede representar una oportunidad para que las ciudades piensen en las transformaciones que comienzan por enfrentar las desigualdades estructurales que las han dejado tan vulnerables frente a la crisis en primer lugar. 

Esta crisis puede representar una oportunidad para que las ciudades piensen en las transformaciones que comienzan por enfrentar las desigualdades estructurales que las han dejado tan vulnerables frente a la crisis en primer lugar. Si bien la mitigación es el modo de acción en este momento, las ciudades necesitan empezar a pensar en acciones de mediano o largo plazo para fortalecer su resiliencia en el futuro. Las personas trabajadoras en empleo informal deben ser consideradas socias en este proceso de reconstrucción. Las ciudades deben considerar de qué forma las medidas de apoyo temporales y las plataformas de diálogo pensadas con y para estas personas pueden ser permanentes para crear un futuro urbano más resiliente y equitativo. 

La lideresa y vendedora ambulante Gloria Solórzano resume el desafío que enfrenta su ciudad, Lima, de la siguiente forma: “Nos sentimos protegidas y protegidos por las medidas que estamos tomando, pero no por las estrategias económicas del gobierno; continuamos esperando. Nos sentiremos protegidas y protegidos si después del aislamiento las autoridades muestran su intención de incluirnos en las políticas públicas de la ciudad”.

Lea las últimas noticias e información relacionada con las personas trabajadoras en empleo informal y la COVID-19 en nuestro centro de información sobre la crisis.

Foto principal: Jonathan Torgovnik/Getty Images Reportage
Estibadora en empleo informal (o
kayayei) Mamuna Mohammed transporta bananas por el mercado de Agbogbloshie, un mercado central pujante de frutas y verduras en Accra. 

 

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